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Espirulina: ¿superalimento dermatológico o suplemento con letra pequeña?

  • Foto del escritor: Dra. García Millán
    Dra. García Millán
  • 3 jul
  • 3 Min. de lectura

En los últimos años, la espirulina ha ganado protagonismo como uno de los complementos más populares en el ámbito de la salud y el bienestar. Se presenta como un “superalimento” repleto de beneficios, y no es extraño encontrarla en suplementos que prometen mejorar el estado de la piel, el cabello o incluso frenar el envejecimiento. Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Y qué debemos tener en cuenta si decidimos incorporarla a nuestra rutina?


La espirulina ha ganado protagonismo como uno de los complementos más populares en el ámbito de la salud y el bienestar. ¿Qué debemos tener en cuenta si decidimos incorporarla a nuestra rutina?



Qué aporta y por qué se utiliza

La espirulina es un organismo microscópico, que pertenece al grupo de las cianobacterias (bacterias que pueden hacer fotosíntesis). Tiene un color verde azulado muy característico y se considera un superalimento por ser rica en proteínas, vitaminas y minerales. Desde hace algunos años se consume como suplemento por sus posibles beneficios nutricionales. Rica en proteínas, vitaminas del grupo B, minerales como hierro y magnesio, y pigmentos antioxidantes como la ficocianina. Esta composición ha hecho que se asocie a efectos antioxidantes, inmunomoduladores e incluso antiinflamatorios. De hecho, su capacidad para proteger frente al daño oxidativo ha despertado el interés en dermatología, especialmente en el contexto del envejecimiento cutáneo. Existen publicaciones que sugieren que su uso como complemento puede mejorar la firmeza y elasticidad de la piel, reforzar la barrera cutánea o modular respuestas inflamatorias leves. Además, su perfil nutricional puede ser de ayuda en personas con dietas desequilibradas o en momentos de mayor demanda metabólica.


La espirulina se encuentra de forma natural en lagos alcalinos y cálidos de regiones tropicales y subtropicales, como el Lago Chad en África o el Lago Texcoco en México. Hoy en día, la mayoría se cultiva en granjas acuáticas controladas para uso alimentario.


Efectos adversos a tener en cuenta

Ahora bien, que algo proceda de la naturaleza no significa que esté exento de efectos adversos. Y la espirulina no es una excepción. Aunque la mayoría de personas que la consumen no experimentan problemas, sí se han documentado algunas reacciones que conviene conocer. Las más habituales incluyen molestias digestivas como diarrea o malestar abdominal, así como reacciones cutáneas como picor o erupciones leves. En personas alérgicas o con predisposición atópica, se han descrito reacciones más intensas, incluyendo anafilaxia en casos aislados.


Otro aspecto relevante es su potencial interacción con el sistema inmunológico. En personas con enfermedades autoinmunes, la espirulina podría actuar como modulador inmunitario y, en algunos casos, exacerbar síntomas preexistentes o incluso favorecer la aparición de manifestaciones cutáneas graves, como enfermedades ampollosas. Por este motivo, se desaconseja su uso en personas con patologías autoinmunes no controladas o con antecedentes de hipersensibilidad.


La importancia de la procedencia

A ello hay que añadir un punto poco comentado, pero importante: la calidad del producto. Si el cultivo de espirulina no se ha llevado a cabo con controles estrictos, existe riesgo de contaminación con microcistinas (sustancias tóxicas para el hígado), así como con metales pesados como plomo, arsénico o mercurio. En estos casos, no solo se pierde cualquier potencial beneficio, sino que se pone en riesgo la salud.


La espirulina produce una forma de vitamina B12 llamada pseudocobalamina, que se parece a la vitamina B12 activa que necesita nuestro cuerpo, pero no puede ser utilizada por los humanos. Es decir, aunque parezca que contiene B12, no sirve para prevenir ni tratar déficits reales de esta vitamina.


¿Entonces, tomarla o no?

La respuesta no es un “sí” o un “no” tajante. La espirulina puede ser una opción válida para determinadas personas, siempre que se consuma de forma responsable, provenga de fabricantes que ofrezcan todas las garantías de seguridad y calidad, y, preferiblemente, bajo la orientación de un profesional sanitario. Como en tantos otros casos, el contexto y la individualización son la clave.


En dermatología nos interesan los suplementos que, de verdad, puedan aportar algo positivo a la salud cutánea. Pero también sabemos que, para obtener resultados reales y evitar sorpresas, es fundamental tener toda la información, valorar cada caso concreto y no dejarnos llevar únicamente por modas o eslóganes.


Fuentes:

  • Kulshreshtha A. Spirulina in health care management. Curr Pharm Biotechnol. 2008 Oct;9(5):400–5. PubMed

  • Finamore A, Palmery M, Bensehaila S, Peluso I. Antioxidant, Immunomodulating, and Microbial‑Modulating Activities of the Sustainable and Ecofriendly Spirulina. Oxid Med Cell Longev. 2017;2017:3247528. PubMed

  • Rzymski P, Jaśkiewicz M. Microalgal food supplements from the perspective of Polish consumers: patterns of use, adverse events, and beneficial effects. J Appl Phycol. 2017;29(4):1841–1850. PubMed

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